Una fina y delicada capa de erotismo cubrió la pasarela. Con la primera modelo que salió, quienes tuvieron el privilegio de presenciar en cuerpo y alma la primera colección de alta costura de Azzedine Alaïa, sabían que estaban en un lugar de privilegio. En ésta oportunidad el sacudón de la moda no vino desde el escándalo. Llegó desde las prendas, que tenían el corte justo, los pliegues precisos, los recortes necesarios y las formas adecuadas. Los colores acompañaron y destacaron en proporción. Los materiales brillaron sin necesidad de cristales ni lentejuelas. Nada estuvo fuera de lugar. La línea Alaïa -sexy, femenina y cautivadora- estuvo presente en delicadas cinturas estranguladas, en caderas apenas redondeadas, en hombros y brazos frágilmente desnudos. Porque el maestro Alaïa es así, un amante de las formas femeninas. Las chaquetas y tapados de piel de cocodrilo están laqueados; las polleras de estilo flamenco son de lana; el vestido de cóctel, que recuerda al del hada de Peter Pan, es de terciopelo, recorta el ruedo como una flor y está envivado en cabra de Mongolia. Verde hoja, berenjena, piedra, bordó y el tradicional negro ¡Tan Alaïa! Sin lugar al divismo, la timidez del pequeño diseñador no le permitió salir a saludar. Frédéric Mitterrand, el ministro de cultura francés tuvo que buscarlo al backstage y convencerlo de recibir los aplausos y enfrentar el reconocimiento. En un mundo variable como el de la moda, donde últimamente el escándalo y la muerte no anunciada de grandes diseñadores nos shockea, propongo un aplauso sostenido a un genio, a un amante de las mujeres, a un amante de la costura, a un amante de la moda. A un diseñador sin tiempo.
(Anteojo Infinit, modelo Tito)
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